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Perspectiva

La guerra de la OTAN y Rusia en Ucrania inicia su segundo año

Hoy se cumple el primer año de la invasión rusa de Ucrania del 24 de febrero de 2022. La guerra, la cual fue instigada por la intransigente expansión de la OTAN y los intereses globales y económicos globales del imperialismo estadounidense y el europeo, se está intensificando en dirección a una Tercera Guerra Mundial, que tendrá consecuencias potencialmente catastróficas.

En las primeras etapas de casi todas las guerras, los Gobiernos alegan defensa propia y concentran su atención en quién disparó el “primer tiro”. A esto le sigue usualmente una propaganda incansable sobre atrocidades para demonizar al enemigo. Sin embargo, es inevitable que, en la medida en que se acumulen las bajas y queden frustradas las expectativas iniciales de ambos bandos, las causas subyacentes más profundas quedan al descubierto. Esto es lo que ha ocurrido en la guerra por la disputa de Ucrania.

Soldados ucranianos de la 3ª Brigada de Tanques Separada de Hierro participan en un ejercicio en el área de Járkov, Ucrania, jueves 23 de febrero de 2023, el día antes del aniversario de un año desde que comenzó la guerra. [AP Photo/Vadim Ghirda]

En su segundo año, el conflicto se ha convertido en una guerra directa, si bien no declarada, entre el imperialismo estadunidense y europeo, junto a sus satélites de la OTAN, contra Rusia. Las mentiras se están disipando. La guerra no se trata de la defensa de Ucrania ni, mucho menos, de la inexistente “democracia” ucraniana. En cambio, es una guerra imperialista cuyo objetivo es la derrota militar de Rusia, el derrocamiento de su Gobierno y la imposición de un régimen títere. Este resultado busca colocar los vastos recursos naturales de Rusia bajo el control directo de las empresas estadounidenses y europeas, establecer el dominio del imperialismo estadounidense sobre Eurasia y abrir paso para una guerra con China.

En búsqueda de estos objetivos, Estados Unidos y la OTAN están cruzando todos los “límites” que habían proclamado. En solo los primeros dos meses de 2023, EE.UU. y las potencias europeas han anunciado o planificado el despliegue de tanques, misiles de largo alcance y aviones de combate a Ucrania.

En su viaje a Kiev y Varsovia esta semana, Biden reiteró que el objetivo de la guerra es la derrota estratégica de Rusia. El Gobierno estadounidense no está interesado en negociar un cese al fuego ni el fin del conflicto en términos que concedan nada a Rusia. El Gobierno de Biden ha creado una situación en la que no puede haber ningún repliegue, ya que socavaría irreparablemente su prestigio y credibilidad y conduciría al colapso de la OTAN. La victoria en esta guerra se ha convertido en una cuestión existencial para el imperialismo estadounidense.

La situación para las masas ucranianas, que son consideradas prescindibles, es profundamente trágica. A pesar de todas las afirmaciones de importantes avances en el campo de batalla en Ucrania, la población de este Estado vasallo está siendo desangrada a muerte. Mientras la prensa estadounidense presume sin ninguna evidencia clara que Rusia ha sufrido bajas masivas, existe un silencio casi total sobre la cantidad horrenda de bajas ucranianas. Hay reportes creíbles que estiman entre 150.000 y 200.000 soldados ucranianos fallecidos. Una generación de jóvenes ucranianos está siendo sacrificada por los fanáticos militaristas y neoconservadores del Gobierno de Biden.

Y, a pesar de todos los esfuerzos de propaganda para glorificar al régimen ucraniano, el excomediante Zelenski no es más que la pantalla de los oligarcas corruptos que controlan el país y los neonazis enquistados en el ejército. Sin el bombeo masivo de dinero y armamentos, el régimen no sobreviviría una semana.

Los incesantes llamados a enviar armas más avanzadas reflejan el temor cada vez mayor de que la ofensiva rusa provoque un colapso completo del ejército y régimen ucranianos. No es posible resolver esta situación meramente con tanques y aviones de combate. Para ello es necesario el despliegue de tropas de la OTAN. El objetivo de la visita de Biden fue zanjar las divisiones dentro de la OTAN y preparar la opinión pública para el siguiente paso.

Como siempre, las acciones del imperialismo son justificadas con mentiras e hipocresía. En su discurso en Varsovia, Biden declaró que “lo que está en juego en este conflicto” es “la libertad de las democracias en todo el mundo”. Pronunció su discurso en una reunión de Estados miembros de la OTAN de Europa del este, todos ellos gobernados por regímenes derechistas y autoritarios.

El hecho de que el régimen ucraniano y sus fuerzas militares se encuentran saturadas de neofascistas es indisputable. La historia de Ucrania está siendo rescrita a partir de una narrativa que promueve como héroe nacional a Stepan Bandera, un asesino masivo y fascista que se alió con el Tercer Reich y encabezó la infame Organización de Ucranianos Nacionalistas.

El Gobierno polaco, que invitó a Biden a pronunciar su discurso, es controlado por el ultraderechista Partido Ley y Justicia, que ha criminalizado el discurso y las investigaciones históricas sobre el antisemitismo polaco, mientras transforma Polonia en una base militar para agresiones estadounidenses contra Rusia. En una entrevista con Haaretz esta semana, el expresidente polaco Lech Walesa indicó que el estado de la democracia en Polonia es tan grave que necesitaría “una revolución en las calles con el uso de fuerza… El Partido Ley y Justicia ha ido así de lejos en destruir la democracia y la libertad”.

El Wall Street Journal, el diario de la oligarquía financiera estadounidense, describió las cuestiones reales en un editorial esta semana (“La decisión de EE.UU. en Ucrania”). “La ruta más corta hacia la paz”, afirmó el Journal, “es derrotar al Sr. Putin…”. Preocupado por la falta de apoyo popular para la guerra, el Journal aconseja al Gobierno de Biden que “les hable más directamente a los estadounidenses que dudan cada vez más lo que está en juego en Ucrania y fundamente su caso a favor del apoyo estadounidense en los intereses nacionales centrales, no en evasivas sobre la ‘soberanía’ y la ‘democracia’”.

Todas las discusiones sobre la guerra en la prensa estadounidense y europea se basan en la narrativa propagandística de una “guerra no provocada” que el malvado Vladímir Putin desató sin justificación. Se ignora todo lo ocurrido en los años y décadas anteriores al 24 de febrero de 2022. Esta guerra, a diferencia de todas las otras, no tiene causas históricas.

En realidad, el conflicto con Rusia es una continuación de la serie interminable de guerras e intervenciones lanzadas por el imperialismo estadounidense desde la disolución de la Unión Soviética en 1991. Ante el colapso prolongado de su posición económica global, incluyendo las crecientes amenazas a la posición del dólar como la moneda de reserva mundial, y las crisis internas que lo aquejan, Estados Unidos considera su poderío militar como el medio para mantener su posición hegemónica global.

El conflicto con Rusia fue desencadenado por las décadas de expansión de la OTAN hasta las propias fronteras de Rusia. En 2014, Estados Unidos encabezó un golpe de Estado derechista en Ucrania para derrocar al Gobierno prorruso, lo que inició una guerra civil de ocho años en el este. En estos ocho años que precedieron a la invasión rusa, Ucrania fue armada hasta los dientes con decenas de miles de millones de dólares en equipo militar, convirtiéndola en un miembro de facto de la alianza militar de la OTAN.

En cuanto a Rusia, la decisión de iniciar la “Operación Militar Especial” hace un año fue una respuesta desesperada y reaccionaria a las consecuencias catastróficas de la disolución de la URSS por parte de la burocracia estalinista, la restauración del capitalismo y la creación de un régimen oligárquico basado en el robo y la privatización de los activos estatales.

Los intereses por los que el Gobierno de Putin está luchando no corresponden a los de las masas rusas, sino a los de la clase gobernante capitalista. Lanzó la invasión esperando que Estados Unidos transigiera, acordando el reconocimiento de los “intereses de seguridad” del Estado ruso y permitiendo que la oligarquía rusa siga saqueando los recursos de Rusia sin la interferencia directa de las potencias imperialistas.

Putin está intentando generar apoyo a la guerra azuzando el reaccionario chauvinismo nacional. Pero la guerra es sumamente impopular en la clase trabajadora y amplios sectores de la juventud.

Existe una consciencia cada vez más generalizada de que la guerra es el resultado de la disolución de la URSS y la restauración del capitalismo.

Las masas ucranianas, arrastradas a la guerra por la corrupta clase gobernante, comparten posturas similares.

La solución a la guerra no provendrá de la victoria militar de ningún bando, sino de una lucha unificada de la clase trabajadora rusa y ucraniana contra el imperialismo y todos los regímenes burgueses.

Los objetivos del imperialismo estadounidense y europeo implican que ninguna solución es aceptable fuera de la derrota militar de Rusia. Y, además de Rusia, el imperialismo estadounidense ya está preparando el conflicto con China, que los generales estadounidenses pronostican en tres años.

Los Gobiernos son indiferentes al impacto de sus políticas en las masas. Durante los tres años de la pandemia de COVID-19, la burguesía ha implementado una política que ha resultado en más de 22 millones de muertes. EE.UU. y las potencias de la OTAN han respondido al catastrófico terremoto de Turquía y Siria, que mató hasta a 150.000 personas, encogiéndose los hombros, considerándolo una breve interrupción a su tarea actual: la intensificación de la guerra.

Pero las mismas contradicciones que engendran las guerras imperialistas también crean las bases objetivas de una revolución social. La Primera Guerra Mundial propició y fue finalizada a su vez por la Revolución rusa en octubre de 1917. En la actualidad, incluso cuando la clase gobernante intenta arrastrar a la humanidad a una Tercera Guerra Mundial, están estallando luchas revolucionarias en todo el mundo.

En Francia, millones de trabajadores han participado en manifestaciones masivas contar el ataque del Gobierno de Macron a las pensiones. En Reino Unido, cientos de miles de trabajadores han participado en huelgas, a pesar de los intentos del aparato sindical para contener y sofocar la oposición. En Sri Lanka, decenas de miles han protestado contra las medidas de austeridad respaldadas por el FMI e implementadas por el presidente Ranil Wickremesinghe, quien fue instalado después de las protestas masivas el año pasado que derribaron el odiado régimen de Gotabaya Rajapakse.

El propio Estados Unidos es un polvorín social. La desigualdad social ha alcanzado niveles no vistos desde los años previos a la Gran Depresión de la década de 1930. La subordinación de toda la vida social y económica al frenesí especulativo en Wall Street y la política de guerra de la clase gobernante ha significado el desmantelamiento de la infraestructura social, como lo demostró catastróficamente el descarrilamiento de un tren y la subsecuente contaminación ambiental este mes en East Palestine, Ohio.

La construcción de un movimiento contra la guerra depende de la identificación correcta de sus causas fundamentales y los intereses sociales que la impulsan. Debe orientarse a movilizar a la fuerza social que puede acabar con la guerra: la clase obrera internacional.

Los trabajadores y jóvenes de todo el mundo deben rechazar el movimiento falso y reaccionario “contra la guerra” promovido por secciones de la clase media con base en una “alianza izquierda-derecha” reaccionaria, compuesta por liberales desmoralizados y radicales desorientados de la clase media y fascistas abiertos.

En la manifestación “Rage Against the War Machine” organizada el fin de semana pasado, los participantes que se identificaron como izquierdistas unieron fuerzas con libertarios y fuerzas fascistas y antisemitas, afirmando que solo una alianza como esta podría frenar la Tercera Guerra Mundial. Se están promoviendo coaliciones similares a nivel internacional. Por ejemplo, Sahra Wagenknecht del partido La Izquierda en Alemania está intentando cerrar filas con el partido fascistizante Alternativa para Alemania (AfD).

Esta “coalición de izquierda-derecha” no tiene nada que ver con oponerse al imperialismo. En cambio, sirve para desorientar y bloquear el desarrollo de un movimiento contra la guerra socialista arraigado en la clase trabajadora.

En última instancia, la oposición declarada de la extrema derecha a la guerra de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia está ligada a las divisiones dentro de la clase dominante sobre la dirección de la política exterior.

Cabe recordar que en los años previos a la Segunda Guerra Mundial, tales tendencias reaccionarias se presentaron como supuestos defensores de la paz. En Estados Unidos, este proceso estuvo relacionado con el movimiento “EE.UU. ante todo” del simpatizante nazi Charles Lindbergh, quien se oponía a las políticas de Roosevelt basándose en el nacionalismo reaccionario y el antisemitismo, no en el antiimperialismo. En Inglaterra, esta tendencia se asoció con Oswald Mosely, quien fundó la Unión Británica de Fascistas.

Oponiéndose a quienes justificaban una alianza con los aislacionistas de derechas y el fascista Lindbergh, para detener la entrada de Estados Unidos en la guerra que había estallado en 1939, The Militant, publicación de los trotskistas estadounidenses, advirtió en septiembre de 1941:

Las masas odian la guerra imperialista y ven con recelo, y con razón, el programa de guerra de Roosevelt. Pero no pueden obtener la respuesta a los belicistas de los aislacionistas.

Los aislacionistas no dirigen la lucha contra la verdadera causa de la guerra. De hecho, solo sirven para distraer la atención de la causa real de la guerra, que debe ser comprendida plenamente antes de que se pueda oponer con éxito a la guerra. ...

Pueden enfurecer y despertar a los elementos retrógrados y de mente estrecha contra los belicistas con tal propaganda, pero nunca podrán movilizarlos para prevenir o terminar la guerra de esa manera.

La única respuesta a la guerra es el internacionalismo revolucionario, que predica la destrucción de la causa de la guerra, el sistema capitalista.

La advertencia de los trotskistas en 1941 conserva todo su significado. La política que pretende que la lucha contra la guerra justifica una alianza con los fascistas solo puede desembocar en la guerra y el fascismo.

La premisa esencial de la lucha contra la guerra es la comprensión de sus causas. Toda discusión sobre la oposición a la guerra que evite los temas del capitalismo y la lucha de clases es una pérdida de tiempo.

La construcción de un movimiento contra la guerra y el imperialismo, que está arrastrando a la humanidad hacia el apocalipsis de la guerra nuclear, requiere la construcción de un movimiento socialista, revolucionario e internacionalista de la clase obrera. Requiere la conexión de la lucha contra la guerra con la lucha contra la explotación, la desigualdad y el sistema de lucro capitalista.

En el segundo año de la guerra en Ucrania, el movimiento cada vez mayor de los trabajadores en todo el mundo debe desarrollarse como un movimiento político consciente por el socialismo. Este es el programa antibélico por el que luchan el Comité Internacional de la Cuarta Internacional y sus Partidos Socialistas por la Igualdad afiliados.

El 25 de febrero a la 1:00 pm EST, el World Socialist Web Site y los Jóvenes y Estudiantes Internacionales por la Igualdad Social llevarán a cabo un panel de discusión en línea,“La guerra en Ucrania y cómo detenerla”. Instamos a todos los lectores del WSWS a inscribirse y asistir.

(Publicado originalmente en inglés el 23 de febrero de 2023)

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