Mientras comía en un restaurante lujoso la semana pasada en Manhattan, Robert F. Kennedy Jr., quien está desafiando al presidente Biden para la nominación presidencial demócrata, manifestó opiniones fascistizantes sobre los orígenes del COVID-19. Según un reporte publicado el sábado en el New York Post, Kennedy alegó que los judíos y los chinos son menos susceptibles al virus que causó la pandemia global y que eso podría deberse a ingeniería genética deliberada.
En un video de dos minutos grabando sus comentarios y publicado en la página web del diario, se escucha a Kennedy afirmando, “De hecho, el COVID-19, se puede argumentar que está focalizado étnicamente. El COVID-19 ataca a ciertas razas desproporcionadamente”. Luego alega, “El COVID-19 está focalizado para atacar a las personas caucásicas y negras” por “la estructura genética” del virus. “Las personas con mayor inmunidad son los judíos asquenazí y los chinos”, dijo Kennedy, citando un estudio científico de julio de 2020 que no hace esa afirmación.
Kennedy es un defensor de la teoría conspirativa de que el COVID-19 es un virus hecho por los humanos y liberado por científicos chinos del Instituto de Virología de Wuhan, junto a sus colegas estadounidenses. La implicación de la afirmación de Kennedy es que la enfermedad es un arma biológica creada por los investigadores chinos y estadounidenses judíos para matar a los cristianos.
El comentario de Kennedy tiene ecos históricos profundos. Puede compararse con la “calumnia sangrienta” contra los judíos que se inventó en la edad media de que los judíos desangraban en secreto a los niños cristianos. Tales mentiras fueron revividas por el zarismo ruso y su invento de Los protocolos de los sabios de Sion para justificar pogromos contra los judíos y luego fueron reproducidas por los nazis en su campaña genocida para exterminar la población judía de Europa.
En 2021, el World Socialist Web Site publicó una perspectiva que describe la teoría conspirativa como “La calumnia sobre el laboratorio de Wuhan”, en referencia a sus paralelos con la calumnia sangrienta antisemita.
La teoría conspirativa racista de Kennedy podría apodarse “El protocolo de los sabios de Wuhan” , una amalgama burda del antisemitismo y la histeria nativista estadounidense contra el “Terror amarillo”. La pseudociencia de la “teoría” sobre una fuga en un laboratorio chino se combina con la ficción medieval de que los judíos eran inmunes a y responsables de la peste negra.
En realidad, la ciudad de Nueva York, que tiene la mayor población judía de Norteamérica, fue la ciudad más golpeada por la primera ola de COVID-19. Y China, que sorteó en gran medida la pandemia durante más de dos años por medio de pruebas masivas, rastreo de contactos y cuarentenas, ha sufrido una tasa de mortalidad colosal en los ocho meses desde que fue abandonada la política de “cero COVID” bajo la presión del imperialismo mundial, incluyendo Estados Unidos.
Kennedy no puede ser ignorado meramente como un lunático o defensor de teorías conspirativas marginales. Representa tendencias poderosas dentro de la clase gobernante estadounidense, que están promoviendo deliberadamente opiniones fascistoides que tienen una larga historia en EE.UU —el antisemitismo, el racismo, la intolerancia antichina— en un contexto de intensificación de la guerra imperialista contra Rusia y preparativos para una guerra aún más amplia y peligrosa contra China.
Esto va más allá del papel del Trump y el Partido Republicano en inculcar el odio a los inmigrantes y el racismo contra China. Los principales periódicos alineados con el Partido Demócrata, el New York Times y el Washington Post han sido promotores clave de la mentira sobre el laboratorio de Wuhan, que es una teoría conspirativa derechista inicialmente planteada por el asesor fascista de Trump, Steve Bannon, que alega que el SARS-CoV-2 fue creado en el Instituto de Virología de Wuhan y luego liberada para que infectara a todo el mundo.
También promovieron asiduamente la ficción de la “injerencia rusa” en el proceso electoral estadounidense, cuando el Partido Demócrata trató de desviar todo el odio popular contra la Administración reaccionaria de Trump en apoyo a una campaña contra el régimen de Putin en Moscú, allanando así el camino para la actual guerra por delegación de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania.
En esta guerra, el Gobierno de Biden y todos los medios corporativos han legitimado sistemáticamente una narrativa fascistizante que encubre los vínculos neonazis de las fuerzas ucranianas como el Batallón Azov, y la colaboración con el Holocausto por parte de Stepan Bandera y otros fascistas ucranianos ahora aclamados como héroes nacionales por el régimen de Kiev.
La cumbre de la OTAN de la semana pasada se celebró provocativamente en Vilna, Lituania, un corto viaje en automóvil de la frontera rusa. Lituania es gobernada por los herederos políticos de los colaboradores fascistas lituanos de Hitler, que competían con la Gestapo en su afán por exterminar a los judíos. Los líderes de la OTAN reunidos no dijeron nada sobre el hecho de que su ciudad anfitriona fue un epicentro del Holocausto.
Los desvaríos de Kennedy también arrojan luz sobre el carácter reaccionario y en bancarrota de la campaña a favor de una “alianza izquierda-derecha” puesta en marcha por varias figuras alineadas con la pseudoizquierda, como el autor Chris Hedges y el periodista Glenn Greenwald. Puede que personalmente aborrezcan los comentarios de Kennedy sobre los judíos y los chinos, pero Greenwald realizó una afable entrevista a Kennedy después de que lanzara su campaña presidencial, en la que prestó considerable atención a su oposición a la obligatoriedad de las vacunas y otras medidas de mitigación contra el COVID.
Un antivacunas desde hace mucho tiempo, Kennedy ha utilizado sus recursos financieros en un esfuerzo políticamente criminal para vincular las vacunas básicas contra las enfermedades infantiles con el crecimiento del autismo. Eso no impidió que los promotores de la “alianza izquierda-derecha” abrazaran su candidatura a la nominación presidencial demócrata. El exlegislador demócrata Dennis Kucinich, opositor a la guerra de Irak, es su director de campaña. Como hijo de Robert F. Kennedy y sobrino de John F. Kennedy, tiene un gran reconocimiento y credibilidad inicial entre un público que no está familiarizado con sus ideas profundamente reaccionarias.
La respuesta de los medios de comunicación corporativos a esta repugnante arenga ha sido notablemente contenida. No ha sido tratada como una descalificación que obligaría a Kennedy a abandonar la contienda. Solo un programa televisivo de entrevistas del domingo lo mencionó, y como algo meramente secundario.
Cabe mencionar, en particular, el anodino informe del New York Times, supuestamente el periódico de referencia, y uno con un gran número de lectores judíos que indudablemente se alarmaron y disgustaron cuando se enteraron de los comentarios de Kennedy. La primera versión del informe del Times llevaba el siguiente titular: “Los comentarios de Robert F. Kennedy Jr. sobre el Covid suscitan sospechas de antisemitismo”. Uno podría preguntarse, qué “sospecha” podrían quedar, dada la afirmación de que el COVID estaba “focalizado” para salvar a los judíos. Solo más tarde, probablemente tras protestas tanto externas como internas, se cambió el titular para que dijera: “Robert F. Kennedy Jr. difunde nueva teoría conspirativa intolerante sobre el Covid, los judíos y chinos”.
Los comentarios de Kennedy demuestran una cuestión más general sobre la política capitalista en tiempos de guerra. La guerra imperialista va inevitablemente acompañada de las peores formas de reacción ideológica, incluido el antisemitismo, cuyo objetivo es incitar el odio en la población hacia un “enemigo”, que es necesario para que se acepten sacrificios en el nivel de vida, los derechos democráticos y las vidas humanas, así como para desviar y dividir la inevitable resistencia de la clase obrera a la guerra y todas sus consecuencias.
Como escribió León Trotsky en El Programa de Transición, el documento fundacional de la Cuarta Internacional:
Antes de agotar, o ahogar en sangre a la humanidad, el capitalismo envenena la atmósfera mundial con los vapores deletéreos del odio nacional y racial. El antisemitismo es ahora una de las convulsiones más malignas de la agonía capitalista.
La divulgación tenaz en contra de todos los prejuicios de raza y de todas las formas y matices de la arrogancia nacional del chauvinismo, en particular del antisemitismo, debe entrar en el trabajo cotidiano de todas las secciones de la IV Internacional, como el principal trabajo de educación en la lucha contra el imperialismo y la guerra. Nuestra consigna fundamental sigue siendo:
¡Proletarios de todos los países, uníos!
(Publicado originalmente en inglés el 16 de julio de 2023)