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Perspectiva

Jugadores del abierto de tenis de EE.UU. “se quedan en el camino” en medio de repunte del COVID-19

Es posible poner fin a la pandemia, pero solo a través de un movimiento de masas de los trabajadores y científicos internacionalmente. Si estás de acuerdo y quieres unirte a esta lucha hoy, llena el siguiente formulario.

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El abierto de tenis US Open 2023 en la ciudad de Nueva York se ha visto sacudido por lo que se ha descrito eufemísticamente como una enfermedad “misteriosa” pero que tiene todos los rasgos de un evento superpropagador de COVID-19. Varios jugadores destacados tuvieron que retirarse del torneo o han tenido dificultades para jugar debido a síntomas propios del COVID, incluyendo problemas respiratorios y gastrointestinales.

El brote entre tenistas se produce en condiciones en las que la Asociación de Tenis de Estados Unidos (USTA, por sus siglas en inglés) y los organizadores del US Open han desmantelado todas las medidas de seguridad contra el COVID en medio de un nuevo repunte mundial de la pandemia. Se trata del primer aumento oculto de la pandemia desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Administración de Biden pusieron fin a sus declaraciones de emergencia de salud pública por COVID-19 a principios de mayo, lo que despejó el camino para la eliminación de todas las medidas de vigilancia de la pandemia y de salud pública a escala mundial.

En la actualidad, hay un alza de infecciones por COVID-19 en Nueva York y en todo EE.UU., según los datos de las aguas residuales, que ahora son el único medio disponible para hacer un seguimiento de las infecciones. Los últimos datos indican que en la actualidad unos 620.000 estadounidenses contraen COVID-19 cada día, y que la región noreste es la que experimenta el mayor nivel de transmisión viral. En las últimas semanas, las hospitalizaciones por COVID-19 se han más que duplicado en Nueva York.

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Multitudes abarrotadas asisten al US Open en el barrio de Flushing en Queens, y quedan seis días de torneo. De manera retorcida, los tenistas están siendo aclamados por seguir jugando mientras están enfermos y alabados como “guerreros” si de alguna manera derrotan a sus oponentes sanos. Los deportistas se encuentran en los vestuarios y se relacionan con los aficionados sin ningún tipo de protección.

Sin pruebas ni requisitos de uso de mascarilla, el US Open se ha convertido de hecho en un evento superpropagador de COVID-19, y los organizadores del torneo lo están encubriendo tachando los casos como “intoxicación alimentaria” o una “gripe”. De hecho, las últimas cifras de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) muestran que prácticamente no hay casos de gripe en la mayor parte de EE.UU., sino que lo que se está propagando ampliamente es el SARS-CoV-2, el virus causante del COVID-19.

Los epidemiólogos han opinado públicamente sobre la superpropagación en el US Open, entre ellos Michael Olesen, quien afirmó sin rodeos, refiriéndose al contagio en el torneo: “No sé por qué la gente está perpleja. Es COVID. Punto final”. David Staedson tuiteó sarcásticamente: “Mientras la última variante del SARS-2 se extiende por el mundo, una misteriosa enfermedad con los mismos síntomas que el COVID-19 se propaga en el US Open”.

Al principio del torneo, el excampeón de tenis y comentarista deportivo de ESPN John McEnroe tuvo que perderse el evento tras dar positivo al COVID-19. Hasta ahora, éste es el único caso oficial de alguien que se hace la prueba en el torneo, con resultado positivo o negativo. La USTA y los organizadores del evento ni siquiera han mencionado la palabra “COVID” ni han declarado si han realizado pruebas a algún jugador para detectar esta u otra enfermedad.

Una semana antes de que empezara el US Open, McEnroe participó en un evento de exhibición de la USTA llamado “Stars of the Open” (Estrellas del Open), en el que jugó con varios tenistas activos, entre ellos Carlos Alcaraz, número uno del mundo en individuales masculinos, y Christopher Eubanks, jugador estadounidense que más tarde sufrió una grave dolencia gastrointestinal.

Otros tenistas internacionales se han enfermado desde entonces. Ons Jabeur, la mejor jugadora de Túnez y finalista del US Open femenino del año pasado, ha tenido problemas para jugar en varios partidos con visibles problemas respiratorios, incluidos ataques de tos y dificultades para respirar durante las tres primeras rondas del torneo. En medio de su partido de primera ronda contra Camila Osario, tuvo que pedir un descanso médico.

“Soy un zombi porque tengo la gripe”, declaró la jugadora de 29 años. Mientras tosía y estornudaba durante las entrevistas en la cancha y con la prensa, Jabeur ha sido elogiada como una “guerrera” por jugar partidos de tenis muy exigentes físicamente estando enferma. Tras vencer con dificultades a la checa Marie Bouzkova, quien sufrió una importante lesión en la ingle durante el partido, Jabeur perdió su siguiente encuentro contra la china Qinwen Zheng, de 20 años y sin ranking.

Dominic Thiem de Austria, en la banca antes de retirarse de un juego contra Ben Shelton de EE.UU. durante la segunda ronda del abierto de Tenis de EE.UU., 30 de agosto de 2023, Nueva York [AP Photo/ Frank Franklin II]

El austriaco Dominic Thiem, ex número tres del mundo, se sintió gravemente enfermo y tuvo que abandonar su partido de segunda ronda. Al parecer, antes de su partido contra el joven estadounidense Ben Shelton, Thiem vomitó y se sintió fatal, y ha estado sufriendo problemas gastrointestinales. Se vio a Thiem con fuertes dolores y náuseas mientras estaba sentado en su banquillo durante su partido, antes de tener que retirarse finalmente. No está claro si Thiem ha sido sometido a pruebas de COVID-19 o si potencialmente padece COVID persistente después de una infección anterior, tras anunciar un caso en mayo de 2022.

También se enfermaron el finlandés Emil Ruusuvuori, quien se retiró antes de su partido de primera ronda contra el ruso Andrey Rublev, alegando una “enfermedad” no especificada. El estadounidense Tennys Sandgren también se enfermó tras abandonar el torneo. Tuiteó: “Tengo el virus del US Open”, sin especificar si le habían hecho la prueba del COVID-19.

Christopher Eubanks se sintió tan mal durante su partido que tuvo que anular su juego ante el francés Benjamin Bonzi para poder ir al baño. El tenista polaco Hubert Hurkacz pidió un descanso médico durante su partido de segunda ronda, y un aficionado observó que se veía “bastante cansado y enfermo”.

A pesar del número sin precedentes de jugadores que se han enfermado, la USTA y los organizadores del torneo no han hecho nada por restablecer las medidas de pruebas de COVID-19 ni por impedir que el virus siga propagándose entre los jugadores o el público. El periodista especializado en tenis Ben Rothenberg dijo en Twitter: “¡Puedo decirles que la gente en la sala de prensa y en la sala de jugadores está tosiendo y moqueando mucho!”.

¿Cuántos atletas de élite, personal del evento y asistentes acabarán enfermándose? ¿Cuántos desarrollarán COVID persistente o morirán prematuramente de un accidente cerebrovascular, infarto u otra secuela asociada a la infección por COVID-19?

Ante los lucrativos ingresos por publicidad y retransmisiones deportivas en juego, que superan con creces los mil millones de dólares en total, a los organizadores del evento no podría importarles menos. La salud de los atletas, los asistentes y la población en general pesa poco frente a los intereses económicos de los ejecutivos del deporte. Están en juego enormes sumas de dinero, y el US Open es el que genera más ingresos de los cuatro grandes torneos del tenis en Australia, Francia, Reino Unido y Estados Unidos. El año pasado, el US Open generó más de 500 millones de dólares en ingresos, superando los 472 millones obtenidos por el torneo británico celebrado en Wimbledon.

La imprudencia despreocupada de la USTA está totalmente en consonancia con la ofensiva propagandística propatronal de la Administración de Biden destinada a presentar falsamente que la pandemia ha terminado. Para la clase dominante, no se puede permitir que nada se interponga en el camino de las ganancias, ni siquiera los niveles masivos de muertes y hospitalizaciones y las discapacitaciones permanentes de millones de personas con COVID persistente.

Lo que está ocurriendo en el US Open es un microcosmos del encubrimiento más amplio de la pandemia, cuando siguen muriendo o quedando discapacitadas muchísimas personas en todo el mundo cada semana. La semana pasada, el Dr. Anthony Fauci describió abiertamente las políticas de asesinato social y eugenesia que está implementando la burguesía. Dijo despreocupadamente que los vulnerables y los ancianos “se quedarán en el camino”.

El creciente número de tenistas que “se quedan en el camino” es una advertencia. Si esta ola del virus está teniendo un impacto tan grave en los deportistas, que son jóvenes y en plena forma física, ¿qué puede esperar la población general? Y si las autoridades y sus acólitos de los medios de comunicación aceptan no decir ni hacer nada en el muy publicitado US Open, ¿qué harán cuando el COVID-19 se propague más ampliamente en otoño?

Coincidiendo con el torneo, decenas de millones de niños y educadores han vuelto a las escuelas mal ventiladas de todo EE.UU., donde se enfrentan a otra ronda de contagios generalizados, discapacitaciones e incluso muertes. Lo mismo ocurre en casi todos los lugares de trabajo del mundo, donde los trabajadores se ven obligados a trabajar en condiciones inseguras y a menudo mortales.

En todo el mundo, la inmensa mayoría de la población ya no tiene acceso a pruebas gratis o asequibles de COVID-19. Los tratamientos como el Paxlovid e incluso las vacunas pronto solo estarán disponibles a precios elevados.

La propagación del COVID-19 y sus consecuencias a largo plazo para la población mundial son una acusación contra las políticas de “COVID para siempre” de la clase dirigente de todos los países. Según The Economist, el exceso de mortalidad atribuible a la pandemia se eleva a casi 25 millones en todo el mundo, incluidos más de 1,4 millones en Estados Unidos. Es probable que cientos de millones de personas en todo el mundo padezcan diversos problemas asociados al COVID persistentes, que a menudo son debilitantes.

A falta de seis días, el US Open debe suspenderse para proteger vidas y detener la propagación en curso del virus. Todos los participantes y trabajadores del torneo deben someterse a pruebas inmediatamente, y debe elaborarse y aplicarse un plan de rastreo de contactos y tratamiento, incluso entre los aficionados que asistieron.

Y lo que es más importante, hay que oponerse al encubrimiento criminal de la pandemia y a la propagación sin freno del COVID-19 mediante un programa socialista de salud pública, diametralmente opuesto a la monstruosidad en curso en el US Open. Lo que hace falta es un poderoso movimiento de masas de la clase obrera internacional, incluyendo a los trabajadores de salud pública y a los científicos, para forzar la implementación de una estrategia global de eliminación que detenga toda la transmisión humana del COVID-19 en todo el mundo.

(Publicado originalmente en inglés el 4 de septiembre de 2023)

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