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Perspectiva

Las protestas y huelga general en Israel plantean la necesidad de romper con el sionismo

Una concentración exigiendo un cese el fuego y la liberación inmediata de los rehenes en manos de Hamás en la Franja de Gaza, después de la muerte de seis rehenes en territorio palestino, 2 de septiembre de 2024 [AP Photo/Leo Correa]

Las protestas masivas de los últimos dos días en Israel han demostrado la gran oposición popular al Gobierno de extrema derecha de Netanyahu, pero también el estancamiento político al que se enfrenta cualquier movimiento de oposición que permanezca atrapado dentro de una perspectiva sionista.

Cientos de miles salieron a las calles el domingo, incluidos importantes sectores de trabajadores, en lo que fue el mayor día de protesta desde que comenzó la guerra genocida de Israel en Gaza en octubre. Las manifestaciones denunciaron el fracaso del Gobierno para asegurar un acuerdo de intercambio de rehenes y fueron impulsadas por la recuperación de los cuerpos de seis israelíes hallados muertos el día anterior en Gaza. La federación sindical Histadrut respondió convocando una huelga general el lunes.

La ira se vio agravada por la noticia de que el primer ministro Benjamín Netanyahu y su gabinete habían efectivamente socavado un acuerdo de intercambio de rehenes pocos días antes, el jueves, al insistir en la continua ocupación del corredor de Filadelfia entre Gaza y Egipto. Según una autopsia del Ministerio de Salud israelí, los seis rehenes habían sido asesinados tan recientemente como el jueves o el viernes, en medio de combates entre las Fuerzas de Defensa de Israel y los combatientes palestinos.

Los acontecimientos expusieron claramente el desprecio del Gobierno israelí por la vida no solo de los palestinos en Gaza, sino también de los rehenes, a quienes utiliza cínicamente como pretexto para librar una guerra de aniquilación con el objetivo de asesinar y expulsar a la mayor cantidad posible de palestinos de Gaza y, cada vez más, de Cisjordania. La escalada de los ataques militares israelíes contra Hezbolá en el Líbano, así como contra Siria e Irán, amenaza con una escalada catastrófica del conflicto en toda la región.

Desde el primer y único intercambio de rehenes en noviembre-diciembre de 2023, a cambio del regreso de palestinos en las cárceles de Israel, cada vez que ha parecido posible un acuerdo similar, el Gobierno de Netanyahu ha hecho algo para sabotearlo. El régimen israelí no está tratando de salvar vidas, está masacrando palestinos y amenazando con un baño de sangre regional de árabes e israelíes en busca de sus fines de supremacía étnica.

La muerte de los seis rehenes enfrentó a una amplia sección de la sociedad israelí con esta realidad. Pero no es posible cambiarla, como sugiere la perspectiva actual de las protestas, presionando a Netanyahu o reemplazándolo con otros criminales de guerra. 

No se puede emprender una lucha progresista contra el Gobierno israelí sin oponerse al genocidio que se había cobrado al menos 40.000 vidas palestinas, y muy probablemente más de 200.000. 

La promesa del presidente de Histadrut, Arnon Bar-David, de que “no permitiremos que se abandone la vida” debe tratarse con desprecio. Esto es precisamente lo que la burocracia nacionalista de Histadrut ha hecho durante los últimos 11 meses. Ignorando el llamado de la Federación General Palestina de Sindicatos de Gaza a emprender acciones de solidaridad internacional para detener el genocidio en Gaza, Histadrut se ha dedicado a dividir a los trabajadores judíos de los árabes y permitir que continúe la masacre de hombres, mujeres y niños inocentes. Los problemas planteados por el movimiento de protestas masivas que barrió Israel en la primera mitad de 2023 vuelven a resurgir con un nivel de extrema urgencia por la guerra.

En ese movimiento, cuando un porcentaje significativo de la sociedad israelí protestó por los intentos de Netanyahu de llevar a cabo un golpe judicial de extrema derecha, el ministro de Defensa Yoav Gallant, el exministro de Defensa Benny Gantz y el ex primer ministro Yair Lapid fueron presentados como líderes de la oposición. Los organizadores de la protesta se basaron en el apoyo total al proyecto sionista y se negaron a abordar la cuestión de los derechos democráticos del pueblo palestino oprimido.

Esa perspectiva es en gran parte responsable de la catástrofe que se ha desarrollado desde entonces. Como el World Socialist Web Site escribió en ese momento:

Sin embargo, a pesar de su enorme escala, este movimiento de masas tiene una debilidad que resultará fatal si no se combate: hasta ahora no ha apoyado de ninguna manera las luchas del pueblo palestino...

Para tener alguna posibilidad de éxito, los trabajadores y jóvenes judíos deben deshacerse de las anteojeras de la ideología sionista y adoptar una estrategia socialista... 

Es imposible para los trabajadores y jóvenes judíos defender sus derechos democráticos en condiciones en las que la población palestina de Israel y los territorios ocupados permanece bajo una salvaje represión militar y una violencia cada vez más descarada de vigilantes y colonos. No puede haber una dictadura militar en Cisjordania y Gaza y democracia dentro de Israel.

Las protestas se apaciguaron incluso mientras continuaban los abusos contra los palestinos bajo el Gobierno de extrema derecha. 

Después de la incursión del 7 de octubre, Gallant y Gantz participaron alegremente en el gabinete de guerra de Netanyahu y en sus crímenes, mientras que Lapid asumió el papel de una “oposición” inquebrantablemente leal. Ahora se presentan nuevamente como la respuesta a una crisis que atribuyen únicamente a Netanyahu, Smotrich y Ben Gvir, y que presentan únicamente en términos del daño causado a los israelíes.

Gallant está siendo promocionado por ser el único que votó en oposición a la insistencia de Netanyahu en incluir el Corredor de Filadelfia como condición, durante la reunión del gabinete del jueves. Gantz había dejado el Gobierno en junio.

Pero esta es una disputa entre criminales de guerra. Tanto Gallant como Gantz han estado dispuestos a participar al más alto nivel en el genocidio de Israel: Gallant, junto con Netanyahu, es objeto de una orden de arresto de la Corte Penal Internacional. Sus desacuerdos son puramente tácticos, arraigados en la misma perspectiva sionista. Además, con miras a promover los planes de guerra de Israel contra Líbano e Irán, Gallant en particular siente que se ven socavados si los soldados israelíes permanecen innecesariamente en Gaza.

El lunes quedó claro el callejón sin salida político de una oposición al Gobierno basada en estas figuras. Las protestas se redujeron en tamaño y la huelga se limitó severamente. Muchas manifestaciones y paros tuvieron el carácter de un día de luto por los rehenes asesinados más que de una lucha contra Netanyahu. La cuidadosa gestión del movimiento por parte de Histadrut se resumió en que acató una orden judicial que puso fin a la huelga a las 2:30 p.m., en lugar de la hora prevista a las 6:00 p.m.

Sin que la clase trabajadora israelí forme un nuevo eje de lucha política, en unidad y luchando por la liberación de las masas palestinas de la opresión sionista, el régimen israelí continuará con su política de genocidio, limpieza étnica y apartheid, ya sea bajo Netanyahu, Gallant u otro jefe de Estado.

Como siempre, la respuesta inmediata de Netanyahu a la amenaza a su posición política personal es intensificar la agresión israelí en un esfuerzo por crear el clima más derechista posible y envalentonar a sus partidarios fascistas, diciendo en una conferencia de prensa especialmente convocada: “no nos rendiremos a la presión”. 

Netanyahu sabe que puede actuar con tanta impunidad porque cuenta con el pleno respaldo militar y diplomático de las potencias imperialistas de la OTAN, que apoyan el genocidio en Gaza como parte de una escalada de la guerra global, que incluye la guerra entre Estados Unidos y la OTAN contra Rusia en Ucrania.

Los trabajadores en Israel se enfrentan a enormes interrogantes políticos, que solo pueden comenzar a ser respondidos rompiendo con el sionismo. Al oponerse a su clase dominante, deben colocar en el centro la oposición al genocidio en Gaza y la exclusión étnico-religiosa que forma la base del Estado israelí.

La única salida a la catástrofe actual es una lucha conjunta de la clase obrera internacional, incluyendo la lucha de los trabajadores judíos y árabes por establecer los Estados Unidos Socialistas de Oriente Próximo, para poner fin a la persecución histórica y el despojo de los palestinos, que a su vez está cada vez más entrelazados con la política cada vez más asesina y dictatorial en Israel.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 2 de septiembre de 2024)

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