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El evento de superpropagación de COVID-19 que son los Juegos Olímpicos de París 2024

La normalización de una enorme presencia policial contra la clase trabajadora en París durante los Juegos Olímpicos de 2024 ha ido de la mano con la normalización de la infección en masa por COVID-19. En los Juegos Olímpicos de París, todas las precauciones de salud pública han sido echadas por la borda.

Millones de personas, incluidos 2 millones de turistas extranjeros, se espera que visiten los distintos lugares de celebración en toda Francia de las 48 pruebas deportivos para ver competir a 11,310 atletas de 206 países. Más de 45.000 policías antidisturbios y militares están desplegados por tierra, mar y aire, con helicópteros, drones y francotiradores preparados, lo que coloca a París en estado de sitio.

Patrulla de seguridad frente al Museo del Louvre en París, Francia, antes de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Verano 2024, el viernes 26 de julio de 2024. [AP Photo/John Locher]

Antes de que comenzaran los juegos, cinco de las jugadoras de waterpolo de Australia dieron positivo por COVID-19. A esto le siguieron varios miembros aún no identificados de la delegación olímpica belga. Esto llevó a una creciente preocupación entre los trabajadores de que los Juegos Olímpicos conduzcan a un evento masivo de superpropagación, particularmente porque las mutaciones del virus han acelerado la transmisión.

Un grupo de trabajadores voluntarios de los Juegos Olímpicos emitió una declaración pública en el sitio web de Médiapart amenazando con dimitir en bloque si las autoridades públicas no abordaban la amenaza del COVID-19. Exigiendo políticas de uso de mascarillas, vacunación, ventilación y purificación del aire, escribieron: 'La negación de la amenaza de la pandemia de Covid-19 no es un antídoto contra la contaminación'.

Y añadieron:

Hemos sido entusiastas en la preparación de los Juegos como voluntarios internacionales. Sin embargo, estamos cada vez más preocupados por la falta de acción por parte de los organizadores para hacer frente a la epidemia de COVID-19 que todavía está sucediendo en Europa y en el mundo. Exigimos medidas sanitarias efectivas contra el virus, para proteger a los habitantes de París y Seine-Saint-Denis, a los atletas, al público y a los voluntarios. Si no se toman medidas, renunciaremos colectivamente a nuestras tareas y no apareceremos en los sitios olímpicos y paralímpicos que hemos atendido.

Aunque las autoridades francesas y los organizadores de los Juegos Olímpicos no han reconocido la amenaza del COVID-19, la misma ola de verano en Francia que ha afectado a los países vecinos desde junio, incluidos Alemania e Italia, ya está en marcha como resultado de la disminución de la inmunidad de la población. El impacto del virus en el reciente Tour de Francia, que se llevó a cabo desde finales de junio hasta el 21 de julio, debe verse como una advertencia de lo que vendrá en los Juegos Olímpicos.

Todo el evento estuvo plagado de contagios de COVID-19 entre los corredores de élite, cuatro de los cuales tuvieron que abandonar para recuperarse de sus infecciones, mientras que otros continuaron compitiendo y poniendo en riesgo a otros competidores. No se establecieron protocolos antes de esta carrera de varios días. Solo cerca del final de la misma, el 14 de julio, Amaury Sport Organization, el principal organizador de la prueba ciclista, pidió a los periodistas que se pusieran máscaras cuando interactuaran con los ciclistas y su personal de apoyo.

Sin embargo, los Juegos Olímpicos de París se están llevando a cabo sin ninguna salvaguardia significativa de salud pública, incluso después de la experiencia catastrófica de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, que se pospusieron para 2021 debido a la pandemia.

En ese momento, en medio de grandes protestas y preocupaciones sobre las posibles consecuencias de permitir que los juegos continuaran, los organizadores olímpicos celebraron el evento sin apenas espectadores para ver los juegos, a un costo de 6.000 millones de dólares en dinero público. Aun así, Japón experimentó una gran ola de infecciones a finales del verano y principios del otoño. La reunión del Comité de Seguimiento de la COVID-19 de Tokio, celebrada el 20 de agosto de 2021, advirtió: 'Las infecciones se extenderán por todo el país hasta un nivel desastroso. Esto es una emergencia'.

Y, de hecho, después de los Juegos Olímpicos de 2021, el aumento de infecciones en todo Japón se aceleró, y las autoridades sanitarias pronto abandonaron cualquier pretensión de tratar de evitar que la cepa ómicron se propagara desenfrenadamente en la población. Más del 80 por ciento de las 75.000 muertes oficiales por COVID-19 en Japón ocurrieron después de los Juegos Olímpicos. Esto estaba en consonancia con la práctica oficial, promovida en Estados Unidos por Anthony Fauci, de utilizar la cepa Ómicron como una 'vacuna de virus vivo'.

La pandemia se ha cobrado más de 27 millones de muertes en exceso, y el número de personas afectadas por el COVID persistente se cuenta en cientos de millones. El actual y absoluto desprecio de las autoridades por la salud pública amenaza con consecuencias desastrosas. Más allá de las implicaciones obvias para la población, los atletas de élite que han venido a París para representar a sus países en estos eventos deportivos se enfrentan a un riesgo formidable de que una infección pueda acabar con sus esperanzas de competir o ganar una medalla.

De hecho, un estudio del año 2023 publicado en Annals of Medicine descubrió que el rendimiento aeróbico de los jugadores de fútbol de élite se mantuvo bajo durante semanas tras una infección por COVID-19, y señaló que 'se ha demostrado que la infección por SARS-CoV-2 induce alteraciones del flujo capilar, que acortan los tiempos de tránsito sanguíneo a través de los capilares persistentes restantes, limitando así la absorción de oxígeno. Por lo tanto, se espera que estas alteraciones capilares reduzcan la capacidad de resistencia de los jugadores de élite'.

El desprecio por la salud y el bienestar de los atletas y del público en general es inseparable de la grotesca desigualdad social de la sociedad contemporánea. Le Monde ofreció una visión del estado de asedio impuesto a la población antes de la ceremonia de apertura, escribiendo:

Más de 40.000 barreras bordean las calles de París, perímetros de seguridad que prohíben cualquier acceso al Sena sin un código QR, cientos de patrullas de policía y gendarmería, y estaciones de metro cerradas: pocas veces en tiempos de paz la capital francesa ha experimentado niveles tan altos de seguridad.

Todo el evento deportivo de dos semanas costará entre 9.000 y 10.000 millones de euros, de los cuales solo un tercio estará cubierto por patrocinadores. El resto será apropiado del público, es decir, en su gran mayoría trabajadores que se verán obligados a entregar sus ganancias a un espectáculo al que no han sido invitados ni bienvenidos.

Marie Léon, de 38 años y madre de dos hijos, que vive cerca del Stade de France, en el suburbio de clase trabajadora de Saint Denis, dijo amargamente a la agencia AP: “Ya verás, habrá policías bloqueándonos el paso de todas formas. Desde mi ventana, puedo escuchar los rugidos y los vítores del Stade de France. Esa será la única manera en que participaré en los Juegos Olímpico.”

Se ha hablado mucho del carácter novedoso del escenario de los Juegos Olímpicos de París, que se celebran en gran parte en el río Sena o en instalaciones y asientos temporales construidos alrededor del río. En realidad, esta elección también desenmascara el total desprecio de las autoridades por el público.

Rompiendo con la tradición de inaugurar los Juegos Olímpicos en recintos deportivos, la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos se celebró mediante un desfile de barcos por el Sena. Alrededor de 10.500 atletas embarcaron en una armada de 85 barcos en Pont d'Austerlitz, cuyo nombre conmemora la victoria militar de Napoleón Bonaparte contra las fuerzas rusas y austriacas en 1805. Los barcos navegaron hacia el oeste durante 6 kilómetros antes de llegar a la explanada del Trocadero, al otro lado del río desde la Torre Eiffel, donde se llevaron a cabo los protocolos oficiales y se encendió el pebetero olímpico.

A lo largo de esta ruta escénica, con la icónica Notre-Dame y el Louvre como telones de fondo, 320,000 espectadores llenaron 124 tribunas, apretados durante horas el viernes, a pesar de la lluvia que los dejó empapados.

Después de haber asistido a una velada en el Palacio del Elíseo, más de 100 jefes de Estado saludaron a los atletas que desembarcaban en medio de las actuaciones de Céline Dion y Lady Gaga. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, que se recuperaba de su tercer episodio de COVID -19 en casa bajo estrecha observación médica, fue sustituido por su esposa Jill. En total, más de 15,000 artistas y técnicos detrás de escena produjeron un espectáculo ostentoso con un presupuesto de 120 millones de euros para las festividades de la noche.

Para los atletas, sin embargo, la utilización de un río Sena, muy contaminado, como sede para la parte de natación del evento de triatlón representa una gran amenaza para la salud. El gasto de la friolera de 1.500 millones de dólares en la construcción de instalaciones de aguas residuales para tratar el agua contaminada de las marejadas ciclónicas no logró limpiar el río, y la lluvia obligó a las autoridades a cancelar una sesión de entrenamiento el domingo. El Sena continúa presentando niveles peligrosos de bacterias, incluyendo E. coli y enterococos que podrían producir enfermedades peligrosas en los nadadores, pero las autoridades planean seguir adelante con el triatlón el martes.

Equipos australianos, chinos y otros anunciaron que diseñarían tratamientos especiales para administrar a sus nadadores y minimizar las posibilidades de contraer enfermedades graves después de participar en los Juegos Olímpicos.

(Publicado originalmente en inglés el 28 de julio de 2024)

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