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Informe de la OCDE señala una creciente crisis global de la deuda

Un informe publicado a principios de este mes por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) señala el agravamiento de los problemas de deuda en la economía mundial, alimentados por el aumento de las tasas de interés.

Informe global sobre la deuda 2025: Financiar el crecimiento en un entorno desafiante de mercados de deuda [Photo by OECD Publishing, Paris / CC BY-SA 4.0]

Entre sus hallazgos, se destaca que en el conjunto de los países miembros de la organización, que incluye 38 países y todas las principales economías, la factura de los intereses sobre la deuda pública consume una cantidad cada vez mayor de los ingresos gubernamentales, sin indicios de que esto vaya a disminuir. Los costos del servicio de la deuda aumentaron al 3,3 por ciento del PIB en 2024, frente al 2,4 por ciento en 2021, lo que representa más de 2 billones de dólares.

El valor de los bonos en circulación emitidos por gobiernos y corporaciones en la OCDE superó los 100 billones de dólares el año pasado, mientras que el PIB mundial se situaba entre 105 y 110 billones de dólares. Gobiernos y corporaciones de países miembros de la OCDE pidieron prestados 25 billones de dólares en 2024, casi el triple del nivel de endeudamiento de 2007, antes de la crisis financiera global del año siguiente.

Gran parte del aumento del endeudamiento durante la última década y media se debe a las medidas adoptadas en respuesta a la crisis financiera mundial y a los desembolsos provocados por la pandemia. Este dinero fue utilizado, en gran medida, para otorgar subsidios y en algunos casos rescates a las corporaciones, al tiempo que se inyectaba dinero casi gratuito en el sistema financiero, impulsando así la especulación en los mercados bursátiles y otros instrumentos financieros.

La deuda emitida durante este período —tanto pública como privada— era a tasas ultrabajas, incluso negativas en algunos casos.

Pero con el surgimiento de la inflación en 2021, la más alta en cuatro décadas, y el posterior aumento de las tasas de interés a partir de 2022, los problemas para cubrir el servicio de la deuda no han hecho más que intensificarse.

Y seguirán creciendo. Esto se debe a que, como explica el informe de la OCDE, el stock actual de deuda “es en gran medida un legado del período de tasas de interés bajas” y “la mayor parte de la deuda en circulación tiene un costo mucho menor que las tasas de mercado actuales y probablemente menor que el costo del endeudamiento en el futuro”.

A fines de 2024, más de la mitad de la deuda soberana en la OCDE, el 30 por ciento de la deuda de mercados emergentes, el 63 por ciento de la deuda corporativa y el 74 por ciento de la deuda de grado no inversor tenía costos de interés por debajo del nivel actual del mercado.

Pero esa situación está cambiando rápidamente, ya que la deuda existente debe refinanciarse a tasas de interés mucho más altas.

El informe señala que el 45 por ciento de la deuda soberana de los países de la OCDE vencerá para 2027 y deberá ser refinanciada, junto con aproximadamente un tercio de la deuda corporativa.

Incluso antes de que impacte plenamente el aumento de tasas de interés sobre la montaña de deuda, ya se observa un fuerte incremento de los pagos de intereses. La OCDE destacó que, si bien el efecto de los aumentos de tasas suele ser gradual, “entre 2021 y 2024 los costos de intereses respecto al PIB aumentaron del nivel más bajo al más alto de los últimos 20 años, reflejando la velocidad de los cambios recientes”.

La crisis creciente se expresa de forma particularmente gráfica en Estados Unidos, donde la deuda pública asciende a 36 billones de dólares y los pagos de intereses rondan el billón de dólares, convirtiéndose en el gasto más grande del presupuesto.

Ayer, la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO) indicó que la proporción deuda/PIB de EE.UU. pasará del nivel actual de aproximadamente 100 por ciento al 109 por ciento en 2027.

La CBO advirtió que “el aumento de la deuda desaceleraría el crecimiento económico, incrementaría los pagos de intereses a tenedores extranjeros de deuda estadounidense y plantearía riesgos significativos para la perspectiva fiscal y económica”.

Los problemas crecientes de deuda no se limitan a Estados Unidos, sino que se extienden a todas las principales economías. Un ejemplo fue el reciente presupuesto del gobierno laborista australiano, que registra que la deuda pública llegó al billón de dólares y los pagos de intereses están aumentando al 9,5 por ciento, la tasa más rápida de aumento para cualquier rubro del presupuesto.

La OCDE resaltó un hecho significativo sobre el crecimiento de la deuda corporativa, que pone de relieve la creciente desconexión entre las operaciones financieras de las corporaciones y la economía real subyacente.

La emisión de bonos corporativos ha crecido muy por encima de la tendencia, pero la inversión corporativa —es decir, el gasto en nuevas fábricas, tecnología y el desarrollo de las fuerzas productivas necesarias para impulsar el crecimiento real— no lo ha hecho.

“En lugar de inversión productiva, mucha de la deuda en los últimos años se ha utilizado para financiar operaciones financieras como la refinanciación… y el pago a accionistas. Esto sugiere que la deuda existente difícilmente se ‘cancelará a sí misma’ mediante retornos de inversiones productivas”, afirma el informe de la OCDE.

La economía, en todos los países importantes, se va pareciendo cada vez más a una pirámide invertida en la cual un volumen creciente de deuda improductiva se sostiene sobre una base productiva cada vez más reducida.

La OCDE advierte sobre la creciente turbulencia financiera proveniente de al menos dos fuentes. A medida que los bancos centrales se retiran del mercado de deuda a través del “endurecimiento cuantitativo” —la reducción de sus tenencias de activos financieros—, “los inversionistas existentes deberán comprar más deuda o entrarán nuevos inversionistas, probablemente más sensibles al precio, lo que podría incrementar la volatilidad”.

Se requerirán inversionistas extranjeros en todos los mercados, y esa demanda depende del nivel y funcionamiento de los flujos financieros internacionales.

“Sin embargo, las tensiones geopolíticas y las incertidumbres comerciales podrían provocar cambios rápidos en la aversión al riesgo que, a su vez, interrumpan ciertos flujos internacionales de cartera”, advierte el informe.

Pero hasta el momento, el empeoramiento de la situación no ha llevado a un aumento importante de impagos corporativos ni a que alguna economía importante haya caído en default o necesitado una reestructuración significativa de su deuda. Aun así, las trayectorias de deuda de los últimos años no pueden ignorarse.

El informe señala que “varios gobiernos soberanos” están “acortando el vencimiento de sus emisiones” de deuda. Estados Unidos es un ejemplo claro de esta tendencia.

Cada vez más, la nueva deuda se emite en el extremo corto del mercado, mediante bonos del Tesoro a dos años en lugar de bonos a diez años. Esta acción por parte de la Reserva Federal responde al temor de una escasez de inversionistas en el extremo largo del mercado, lo que provocaría una caída en los precios de los bonos y un aumento en sus rendimientos o tasas de interés. (El precio de los bonos y sus rendimientos se mueven en direcciones opuestas).

Pero esta maniobra tiene sus desventajas, ya que una mayor dependencia del tramo corto del mercado, donde las tasas pueden fluctuar más abruptamente, “puede amplificar riesgos financieros ya elevados”.

El cuerpo principal del informe, que supera las 170 páginas, prácticamente no menciona las políticas de gasto gubernamentales. Pero el resumen ejecutivo contiene una frase reveladora que indica la dirección que dichas políticas deberán tomar.

“Muchos gobiernos”, dijo, “probablemente deberán combinar prudencia, reformas estructurales para impulsar el crecimiento y una mayor eficiencia en el gasto público”.

Estos términos anodinos significan un ataque cada vez más profundo contra la posición social de la clase trabajadora: recortes masivos en los servicios esenciales para la vida moderna y una intensificación de la explotación de los trabajadores mediante las llamadas “reformas estructurales”.

Estos ataques ya han comenzado, mientras se incrementa el gasto militar. En Estados Unidos, Elon Musk, responsable del llamado Departamento de Eficiencia Gubernamental del gobierno de Trump, ha calificado al sistema de Seguridad Social como un “esquema Ponzi”, implicando claramente que debe ser sometido a su “motosierra”.

En Europa, el llamado “dividendo de la paz” ha llegado a su fin, ya que todos los gobiernos aumentan sus presupuestos militares a niveles récord, con el imperialismo alemán a la cabeza con una partida de 1 billón de euros para la guerra, financiada mediante la eliminación del llamado “freno a la deuda”.

Las implicaciones para la clase trabajadora se hacen cada vez más evidentes. Las clases dominantes están presidiendo un sistema económico que se dirige hacia una crisis de proporciones mayores en todos los frentes, y cuya única “solución” es la guerra y una intensificación del ataque contra la clase trabajadora, ambos procesos que requieren métodos de gobierno autoritarios y fascistizantes.

En esta situación, la lucha por el programa de la revolución socialista internacional —el derrocamiento del sistema capitalista de ganancias, en bancarrota y en crisis, mediante la lucha unificada de la clase trabajadora a nivel mundial— no es una perspectiva lejana, sino el único programa verdaderamente práctico y urgente del presente.

(Artículo publicado originalmente en inglés el 27 de marzo de 2025)